En 1991, servidor contaba con 16 años de edad, y
digamos que Queensrÿche eran uno de mis grupos de cabecera. Eran los días de
"Empire" y hacía poco que había escuchado su obra maestra
"Operation: Mindcrime", por lo que digamos que estaba inmerso en su
etapa más gloriosa. Al éxito de crítica, se le unieron las ventas, la lluvia de
premios y reconocimiento, las giras llenando pabellones...recuerdo esa etapa
con mucha intensidad, porque realmente era muy fan de Queensrÿche. Recuerdo un
poster en mi habitación con la banda al completo, camisetas con el majestuoso
símbolo del grupo, devorar una y otra vez el VHS de "Operation:
LIVEcrime", la larga espera y la emoción cuando compré la continuación de
"Empire", el introspectivo "Promised Land" (1994) que a la
larga fué el último gran trabajo del grupo...y después de eso...pues les perdí
la pista, como seguramente la mayoría de sus fans. La oleada Grunge se llevó
todo por delante, no sólo para los grupos de Hard Rock festivo y lleno de laca
tipo Poison y Bon Jovi...no digamos ya para un grupo de Metal Progresivo. Y más
cuando tus nuevos trabajos no encajan en ningún sitio y no tienen la
inspiración de antaño. Si a la crisis creativa, se une la fuga de uno de tus
principales compositores (Chris DeGarmo) y bandas que rivalizan por el trono
del Metal Progresivo te adelantan a velocidad de crucero por la derecha (Dream
Theater) tienes un cocktail explosivo de desembocó en una de las más
rocambolescas disputas dentro de una banda de Rock que se recuerde. Por el
camino quedaron irregulares segundas partes de clásicos imperecederos ("Operation:
Mindcrime II"), trabajos que no estaban mal del todo ("American
Soldier") o directamente uno de los peores que han parido ("Dedicated
To Chaos"), discos en los que Geoff Tate tomaba todas las riendas
compositivas y dicen las malas lenguas que lo hacía bajo una actitud
dictatorial.
Geoff Tate (cantante y principal compositor) por un lado y el resto de
miembros originales por otro, cayeron en una espiral de disputas y discusiones
(¡¡incluso con cuchillos de por medio!!), tensiones extremas que acabaron con
el bochornoso desenlace en el cual se ha visto manchado el nombre del grupo,
precisamente por la lucha del nombre en cuestión. Finalmente el resto de
miembros originales (Michael Wilton, Eddie Jackson y Scott Rockenfield)
ficharon al cantante Todd LaTorre, cuyo timbre de voz es exageradamente
idéntico al original de Geoff Tate e hicieron previas giras dando a los fans lo
que estaban reclamando a gritos: vuelta al sonido original del grupo, regreso
al Heavy Metal sofisticado...recrear principalmente el repertorio de los cinco
primeros álbumes del grupo. Mientras Tate, aparte de sacar otro disco bajo el
nombre de Queensrÿche (debe ser la primera vez que se editan dos álbumes con el
mismo nombre y con formaciones distintas) montó su grupo paralelo, Operation
Mindcrime, con los que dar rienda suelta a su creatividad, explorando nuevos
sonidos, alejándose cada vez más del Heavy Metal. Parece que los fans del grupo
se han dividido irremediablemente...o estás de parte de Tate o de los otros
tres miembros originales. Y está claro que la mayoría del público ha elegido la
segunda opción, los que mantienen el nombre y los que han vuelto ha enderezar
el rumbo que se empezó a torcer después de la edición de "Promised
Land".
Ya mostraron sus cartas en el debut de LaTorre en 2013 ("Queensrÿche"),
volviendo a unos riffs más cortantes, más elaborados, dejando atrás esa manía
de escatimar notas y simplificar las partes de guitarra e incluso imprimiendo
más velocidad a las canciones. El problema era que el disco era demasiado corto
y parece que fue hecho con prisas, con tal de arrebatar a Tate el privilegio de
editar el disco primero (recordemos que los dos discos salieron con el mismo
nombre, a pesar de ser formaciones distintas). Aún así, resulto conciliador
volver a escuchar a un grupo que parecía que se había enterrado solo en los
últimos años, echando por borda todo el trabajo y la reputación anterior,
volviendo a su sonido más reconocible, aunque tengan que fichar a un imitador
de su cantante original.
Han pasado dos años, y parece que la banda ha terminado por asentarse (la
carretera hace mucho) y se han tomado la composición de este disco con mucha
más calma, lo cual ha sido totalmente beneficioso. Estamos probablemente ante
el mejor disco de Queensrÿche desde hace 20 años, superando con creces a la
última etapa con Tate y al debut de LaTorre. Sin embargo también he de decir,
que no supera ni en broma a la época de esplendor cuando la mayoría de las
composiciones las firmaban DeGarmo y un Geoff Tate en su mejor etapa creativa.
Las cosas como son, aquí no hay ningún "Revolution Calling",
"Silen Lucidity", "Best I Can", "Eyes of a
Stranger", "Queen of the Reich" o un "Take Hold of the
Flame", pero en su lugar tenemos una colección de canciones que rememoran
las mejores etapas del grupo en su máximo esplendor. Volvemos al Metal
Progresivo cercanos al Power Metal en cortes como la inicial "Arrow of
Time" con un estribillo que realmente es efectivo y pegadizo, y con un
Scott Rockenfield a la batería tremendo (atentos a como maneja el bombo). En
"Hellfire" LaTorre directamente lo borda...la verdad es que muchas
veces da la sensación de que es mejor cantante que Tate, perdiendo el
dramatismo que tenía éste, pero ganando mucha potencia vocal...un cantante con
un timbre más enérgico que ha hecho despertar a la banda. Este corte concretamente
podría haber aparecido perfectamente en “Operation: Mindcrime” y no habríamos
notado la diferencia...no llega al nivel de sus más grandes temas, pero es una
gran canción sin duda. Lo mismo podría aplicarse a "Selfish Lives"
que nos trae al recuerdo los grandes temas de "Empire". Los
guitarristas llenan de fuerza la canción, doblando guitarras, creando armonías
y haciendo grandes solos, dejando atrás la racanería compositiva de la última
etapa con Tate, quitando protagonismo a la guitarra. En estos nuevos
Queensrÿche ocurre todo lo contrario, las guitarras han sido el principal
recurso para sacar sus canciones adelante, que se basan en las progresiones que
hacen tanto Michael Wilton como Parker Lundgren y no en un ritmo repetitivo de
bajo y batería, que al contrario de lo que pueda parecer, es donde se luce
Scott Rockenfield a la batería. Canciones rápidas y dinámicas, no como las
últimas y soporíferas composiciones de Geoff Tate. "Bulletproof"
quizás hubiera sido un éxito en otra era, la clásica power ballad con
estribillo matador, con un LaTorre imperial que maneja la voz a su antojo. En
"Hourglass", quizás se puede apreciar la parte más experimental de
los últimos años, pero con unos cambios de ritmo interesantes...quizás la
última parte del disco sea la más floja y decaiga. Cuando se apartan de la
vertiente más directa de Queensrÿche, es dónde se echa más en falta la
experimentación de un Chris DeGarmo o del Tate más inspirado. "Condition
Hüman" (el tema que cierra el disco), no sé si trata de emular la canción
"Suite Sister Mary" pero en comparación sale mal parada...demasiados
cambios de ritmo que no tienen el atractivo de otras composiciones similares...quizás
por ser la última puede que no le prestemos la atención que debiera...o es que
realmente es un intento fallido, que es lo más probable.
En conclusión, tenemos a una banda que parece querer recuperar el crédito y
sobre todo el tiempo perdido, dando a entender que el verdadero lastre era
Geoff Tate. Una vez solucionado el problema han optado por volver sobre sus
propios pasos y con más aciertos que desaciertos (que los hay), parece que
vuelven a recuperar a unos fans y que esos fans vuelvan a recuperar a una banda
que ha facturado música de mucha calidad, ocupando un hueco en el que hace años
fueron pioneros, el Metal Progresivo, bien hecho, con detalles. Lo consiguen,
pero dejando claro que la época irrepetible quedó atrás, y eso lo deberían
tener bien claro la mayoría de sus seguidores. Ni ellos son los mismos ni
nosotros somos los mismos, los tiempos han cambiado y mientras sigan editando
discos interesantes como éste, su trabajo puede darse por más que bueno.


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