viernes, 26 de febrero de 2016

CRÍTICA: SUEDE - "Night Thoughts" (2016)



Suede están viviendo una especie de segunda juventud muy productiva desde que decidieron reunirse para una gira en 2011. Gracias a esa unión en el escenario, toda la maquinaria de Suede se puso en marcha y permitió que aflorara todo el talento que tienen dentro en forma de nuevas canciones. En 2013 publican "Bloodspots", un álbum que nos traía de vuelta a una nueva versión de Suede que perfectamente podría haber sido una continuación de su exitoso "Coming Up", Un disco corto, con canciones directas, para nada complicadas, avaladas con un single perfecto pero que se publicó en una era equivocada ("It Starts and Ends With You" hubiera arrasado a mediados de los 90). Un buen disco, que confirmaba que Suede estaban en muy buena forma, pero que no reflejaba la madurez y el asentamiento que han demostrado en este nuevo "Night Thoughts".

Quizás la imagen que tenga el público en general de Suede era la de aquellos jóvenes andróginos que cantaban sobre banalidades y el "carpe diem" en canciones tan inmediatas como "Animal Nitrate" o la mayoría de singles de "Coming Up". Pero la mayoría de sus fans nos quedamos con el dramatismo y la melancolía de "Dog Man Star", su indiscutible obra maestra. Se ha dicho que "Night Thoughts" es equiparable a "Dog Man Star". No está nada desencaminada esa teoría, aunque como siempre digo, es absurdo comparar trabajos del mismo grupo, ya que están realizados en diferentes contextos y periodos de tiempo. Lo único que puedo decir es que la inspiración de Suede está a pleno rendimiento y han conseguido cuajar un verdadero álbum, donde a diferencia de "Bloodspots" todas sus canciones no destacan por tener un single claro (aunque "No Tomorrow" o "Like Kids" sí que son más que radiables), sino que han buscado un nexo de unión, con canciones claramente destinadas a formar parte de un todo, donde cada una de ellas es indispensable para afrontar la siguiente.



Oportunidades perdidas, cantos a una juventud que ya no volverá, todo forma parte del camino al que nos lleva Brett Anderson como vocalista, haciendo además un trabajo vocal que forma parte desde ya de sus mejores interpretaciones. Intimista, épico, dramático...para nada ha perdido su voz y encanto, la ha enfatizado y mostrado como hacía tiempo que no hacía. La producción de Ed Buller es majestuosa, con ese tono oscuro, lleno de ecos y sonoridades grandilocuentes que no son gratuitas, sino que lo hace para incrementar la emoción que supone escuchar un álbum de este calibre, tan bien hecho, tan lleno de detalles con una elegancia desbordante. Y qué decir de la guitarra de Richard Oakes...que no hace falta que un músico toque heavy metal o rock pesado para que suenen hirientes, cortantes y con sentimiento. La elegante distorsión que utiliza en "No Tomorrow" eleva el irresistible estribillo, los arpegios a lo Jhonny Marr de The Smiths hacen de "Outsiders" una de sus mejores composiciones y con su trabajo tanto a nivel de composición como de interpretación en "I Don't Know How To Reach You" puede mirar de tú a tú al siempre legendario anterior guitarrista de la banda, Bernard Butler. Que gran canción se marcan Suede aquí. Desde ese inicio misterioso, pausado, para ir elevándose en un tremendo in crescendo y terminar por todo lo alto, con la banda al completo poniendo un colofón enorme en plena catarsis instrumental. Y si tan importante ha sido la contribución de Oakes y Anderson, lo mismo se puede decir Neil Odling, cuya firma aparece en la mitad de temas del álbum, que con sus teclados y arreglos orquestales han llenado de épica unas canciones para degustar a fuego lento, con tranquilidad para saborear todos los detalles.

Resumiendo, el nuevo disco de Suede deja más que satisfecho a sus viejos fans, aquellos que se derretían escuchando "The Wild Ones" o "We Are The Pigs", e incluso a los que se subieron al carro de la mano de "Trash" o "Animal Nitrate". No porque sus nuevas canciones tengan reminiscencias de épocas gloriosas pasadas (que las tienen) sino porque el nivel compositivo sí que se acerca bastante a ese listón. Y eso después de muchos años de silencio y dejar tras de sí unos discos un tanto vacíos, se agradece. Suede han vuelto para quedarse.


martes, 23 de febrero de 2016

OPINIÓN: David Bowie (1947-2016)

Ha pasado ya un tiempo prudente desde que nos enteramos de la muerte de David Bowie. Poco más puedo decir a lo que ya hayáis leído y reflexionado sobre uno de los músicos definitivos desde la aparición del Rock N' Roll. Un adelantado permanente a la época que estuviera viviendo, un visionario con una capacidad de reinvención sencillamente brutal, poseedor de un talento fuera de lo común para señalizar cualquier canción que compusiera con un sello de calidad desbordante, icono de la cultura pop, etc..

Cualquier alabanza que hayáis leído y escuchado sobre él no dejan de ser ciertas y dejan en muy mal lugar a músicos mediocres que triunfan o han triunfado a lo largo de la historia. Está más que claro que jamás surgirá nadie del calibre de Bowie en mucho tiempo, porque era un artista (en el sentido más completo de la palabra) único que ha tocado muchos palos: música, cine, lírica, descubriendo o apoyando a otros artistas (Lou Reed, Iggy Pop, Mott The Hopple, Queen e incluso Trent Reznor) y realmente su muerte ha sido impactante. Lo ha sido por inesperada y por lo que significa tener una baja de semejantes dimensiones en el mundo de la música.

Aparte de la suma elegancia con la que ha llevado su carrera, cabe también mencionar la discrección con la que ha llevado sus últimos movimientos. Desde las publicaciones de sus dos últimos discos (los excelentes "The Next Day" y "Blackstar") hasta el proceso de su enfermedad. No necesitaba para nada el autobombo o la compasión mediática, él estaba por encima de todo eso.



La noticia de su muerte no sólo me impactó por lo repentino, estando además esperando la publicación de su nuevo álbum, sino que incluso me entristeció durante un tiempo. Yo no suelo ser de esas personas que se desgarran ante la muerte de un icono de este tipo, entre otras cosas porque como comprenderéis, no puedo sentir tanto la muerte de una persona que no conozco personalmente y que queda tan lejos de nuestro "plano astral". Pero sí...sí que reconozco que me dejó algo tocado durante unos días. Yo le admiro muchísimo y lo único que se me ocurrió en esos días mientras escuchaba sus discos a modo de sencillo homenaje, fue rememorar todas mis vivencias personales en las que ha tenido presencia su música.

Recuerdo sobre todo la primera vez que entré en contacto con él. Al igual que mucha gente de mi generación, seguramente lo primero que vimos de él fue el clip de "Let's Dance" o "Ashes to Ashes", en aquellos minutos de Videos Musicales que TVE ponía en su parrilla para rellenar espacios sin programación (cosa impensable hoy en día). Son canciones muy ligadas a mi infancia, junto a "Blue Jean" o "Modern Love". En aquellos días mi padre siempre me recalcaba que Bowie tenía un ojo de cada color, mientras yo miraba la televisión embobado como aquel niño aborigen arrastraba una pesada máquina por las calles de alguna ciudad australiana en el vídeo de "Let`s Dance". Otra noticia que tuvo su alcance mediático en aquellos locos 80 fue la gira con el famoso montaje de la araña, siendo Bowie un pionero de los abrumadores montajes escénicos que posteriormente usarían U2 o Muse en nuestros días.



No volví a interesarme más por Bowie hasta que Marilyn Manson hizo su aparición en la escena rockera de mediados de los 90. Por aquel entonces yo estaba totalmente absorbido con "AntiChrist Superstar" y Mr. Manson siempre mencionaba al Duque Blanco como una de sus mayores influencias (cosa que quedó patente con el más que descarado plagio que hizo en "Mechanical Animals"). Yo me preguntaba que había ahí y recuerdo prácticamente robar el cd "Changesbowie" de la cervecería donde trabajaba un amigo. Ni qué decir tiene que me dejó fascinado. Escuchar "Space Oddity" por primera vez es algo que marca de por vida. Debió pensar lo mismo un grupo de amigos a los que una vez vi en Malasaña cantar la canción de rodillas en el suelo, totalmente emocionados (y borrachos también). Berrear a voz en grito "Starman" con los amigos agarrados en modo "semos amigos hasta el final" en una de las mejores juergas que he podido correrme en mi vida, justo antes de que un sueco enorme nos abofeteara a todos y cada uno de nosotros (supuestamente con cariño) por decirle que "The Final Countdown" de Europe era el himno de Suecia. Quedarme tremendamente chafado por no haber podido cantar "Rebel Rebel" en un karaoke mientras esperé una eternidad viendo a todos aquellos plastas que se empeñan en cantar "Corazón Partío" o "Bailar Pegados" (pude quitarme la espina en otra ocasión entonando "Dr. Feelgood" de Mötley Crüe y "Night Fever" de los Bee-Gees). También estuve barajando la idea de que el baile nupcial de mi boda fuera "Heroes", aunque finalmente nos decantamos por Sinatra.  Estar durante una buena temporada escuchando "Station to Station" a diario mientras bañaba a mis hijos.

El 10 de enero moría David Bowie víctima de un cáncer. Días antes me puse una camiseta en la que aparece un cartel de un concierto suyo en la gira de "Station to Station". Camisetas, parches...los melómanos siempre hemos tratado de influenciar o dejar constancia de nuestros gustos, como demostrando a los demás que es lo que nos gusta, exteriorizando nuestro interior, cuando lo que queda para siempre son esas vivencias, experiencias, esos ratos de placer escuchando a nuestros artistas favoritos, formando parte de nuestra banda sonora y ligando determinados momentos de nuestra vida a unas canciones. Eso es lo que nos deja David Bowie. Descanse en paz.